viernes, 2 de agosto de 2013

CUENTO GIULIANA QUIERE VOLAR





Cristina desea decirle a su nieta Giuliana cuanto la quiere y que pase lo que pase siempre estará con ella. Este cuento trata de plasmar sus deseos:




                 
Giuliana quiere volar


Giuliana estaba agotada. Durante toda la tarde, acompañada de su abuela Cristina, que la había sacado de casa para que la niña no viese los preparativos que se hacían para el día siguiente, había estado jugando en el parque. Ese día Giuliana cumpliría tres años y toda la familia quería que tuviese una gran fiesta.
Mientras jugaba, Giuliana se fijaba en los pájaros, en sus alegres trinos y sobre todo en su vuelo.
-      “Abuela”, - preguntó a Cristina -, “¿por qué los pájaros vuelan y nosotros no?”
-      Cristina le respondió-“Veras, mi tesoro, cuando Dios hizo el mundo pensó que sería bueno que en los mares y los ríos hubiese multitud de variados peces que diesen vida a las aguas. Creó distintas clases de animales, que repartió por toda la tierra, e hizo que el cielo fuese surcado por muchos tipos de aves para que las personas tuviesen en quien depositar sus sueños de viajar y descubrir todas las bellezas que encierra el planeta”.
-      “¿Y no sería mejor que las personas pudiésemos volar y no tener que depender de los pájaros?” – dijo la niña.

Mientras su abuela la arropaba, después de rezar sus oraciones, Giuliana volvió a insistir en sus deseos de volar. Cristina le contó que algunas veces y siempre que las niñas fuesen buenas y obedientes, un angelito del cielo se llegaba hasta ellas y les concedía un deseo. Pero ahora era importante  que se durmiese rápidamente para estar descansada al día siguiente. Cristina dio un último beso a Giuliana, que ya empezaba a cerrar los ojos.

Al poco rato alguien llamó en la ventana. Giuliana, aun adormilada, abrió los ojos y se quedó un poco asustada. No sabía muy bien que era lo que veía. Una figura resplandeciente, con alas y, lo más extraño, con la cara de su abuela Cristina, le sonrió y pasó a través de la ventana sin necesidad de abrirla.

 -“No te asustes, querida, soy el ángel que concede los  deseos a  los niños buenos y he venido para que puedas  cumplir tu sueño de volar”.

A continuación abrigó a la niña con una preciosa capa, la cogió de la mano y las dos atravesaron la ventana, sin abrirla. Se elevaron en el cielo y volaron, volaron hasta las altas cumbres de las montañas que tenían las crestas llenas de nieve. Siguieron el curso de los ríos desde las cordilleras hasta el mar. Volaron y volaron hasta los más bellos lagos que la niña hubiese podido imaginar. Contemplaron las más hermosas cataratas que Dios pudo crear, los grandes valles sembrados de bosques y flores de multitud de colores, los verdes prados en los que pastaban grandes rebaños.  Sobrevolaron los mares en los que las olas llegaban con suavidad hasta las maravillosas playas de arena dorada y todo acompañadas del  sol que había salido solo para ellas.
Giuliana no daba crédito a lo que veían sus ojos y se sentía feliz surcando el cielo. Después del apasionante vuelo, el ángel llevo a Giuliana hasta su habitación, pues pronto vendrían a despertarla. La depositó en su cama, la besó en la frente y le dijo que aquella experiencia sería un secreto entre las dos por lo que no debía contarlo a nadie. Giuliana preguntó: - “¿ni siquiera a mi abuela?”
- “No te preocupes, mi niña, las abuelas siempre saben todo lo          que hay que saber” -, le dijo el ángel.

La fiesta fue maravillosa y Giuliana recibió muchos regalos, pero el más preciado de todos fueron los besos de su abuela y las sonrisas que ésta le dedicó durante todo el día. Giuliana seguía pensando que su abuela Cristina y el ángel eran la misma persona y que, en sus sueños, la acompañaría muchas veces para seguir descubriendo lugares maravillosos.


Matías Ortega Carmona



Dedicado a Giuliana en su tercer cumpleaños